28 de Abril
“Día Mundial de la seguridad y salud en el trabajo”
Desde el 2003, la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) organiza el Día Mundial para
rendir
homenaje a las víctimas de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.
En el 2013 se registraron en España 397.051 accidentes con baja. De ellos, 540
ocasionaron la pérdida de la vida del trabajador. Aunque se ha producido un
descenso, en los últimos años se han duplicado los casos de riesgos
psicosociales, de estrés, de “acoso” o de depresión “debido a presiones en el trabajo”.
Según la Organización
Mundial de la Salud (OMS) estamos expuestos a más de 143.000 productos químicos
peligrosos en el trabajo y en el consumo, con el resultado de al menos 4,9 millones
de muertes cada año en el mundo.
Detrás de estas
cifras hay personas y familias que sufren la pérdida de un ser querido, personas
con secuelas cuya vida no sigue siendo la misma. Los cristianos vemos el rostro
de Dios en los que viven estos sufrimientos, tal como nos recuerda Jesucristo
en el momento de confrontarnos con el criterio definitivo: “tuve hambre y me
disteis de comer, estuve enfermo y me visitasteis…”. La comunidad eclesial
siente la invitación a prevenir las muertes y enfermedades laborales, y atender
a las víctimas tendidas en la cuneta como el buen samaritano.
Mucho más, cuando hoy
disponemos de medios y tecnología suficientes para remediar casi todas las
muertes que se producen en el trabajo y todas las enfermedades causadas en él.
Pero es evidente que no hacemos todo lo que podemos. Disponemos de miles de
empleados que vigilan y controlan parquímetros para recaudar dinero. Pero no
hay tantos inspectores de trabajo para controlar a las empresas. En España hay
un inspector de trabajo para 13.000 trabajadores, cuando la proporción
recomendada en Europa es de 10.000 trabajadores.
Desde el criterio
evangélico de que más vale una persona que el poder recaudatorio, estamos llamados
a exigir no escatimar esfuerzos económicos, profesionales y humanos a la hora
de garantizar una mayor atención a las víctimas de accidentes laborales. Pero
también en los Presupuestos Generales del Estado se reduce la partida de la
Inspección de Trabajo y Seguridad Social.
Igualmente los
cristianos debemos ejercer la caridad cristiana acompañando a las personas y familias
que sufren una muerte o una enfermedad en el campo del trabajo. En estos días
de Pascua, la figura del apóstol Pedro nos escenifica cómo seguir a Jesucristo cuando
ve a un paralítico en la puerta del templo, se fija en él, mantiene su mirada
compasiva como el buen samaritano y le dice “no
tengo oro ni plata,
pero hago lo de Jesús: sanar la causa del mal, misericordia quiero y no sacrificio,
el hombre no es para el sábado sino al revés.
Estamos convencidos
de que una inmensa mayoría de los accidentes laborales se pueden evitar
haciendo cumplir las leyes laborales, suprimiendo las excesivas horas de
trabajo, la precariedad, la subcontratación abusiva… como lo dijo el papa
Benedicto XVI: “Hay que
cumplir todos
los esfuerzos
para que se detenga la cadena de muertes e incidentes. Sin olvidar la
precariedad del
trabajo, en
particular de los jóvenes. Motivo de angustia para tantas familias… Estoy
particularmente
a vuestro lado
y pongo en las manos de Dios todas vuestras angustias y preocupaciones,
anhelando
que en la
lógica de la gratuidad y solidaridad, se puedan superar estos momentos, para
que se asegure un trabajo seguro, digno y
estable” (Benedicto
XVI al recibir a unos ocho mil peregrinos de la diócesis italiana de Terni,
localidad con un gran complejo siderúrgico).
Comisión Regional de Pastoral Obrera
Delegaciones y Secretariado Diocesano de
Mérida-Badajoz, Coria-Cáceres y Plasencia
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